Gisele Pelicot, drogada por su marido y violada por decenas de hombres en Francia

Gisele Pelicot, drogada por su marido y violada por decenas de hombres en Francia

“Me sacrificaron en el altar del vicio”, con estas palabras, Gisèle Pelicot, una mujer de 72 años, ha decidido romper su silencio y enfrentar a sus agresores en uno de los juicios más mediáticos en Francia.

En el banquillo de los acusados está su esposo, Dominique Pelicot, conocido como el monstruo de Mazan, quien la drogo y la ofreció a otros hombres para que abusaran sexualmente de ella durante más de una década.

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Hasta ahora, se han identificado a 50 de esos hombres, y el juicio, que comenzó el 2 de septiembre, se extenderá hasta diciembre.

Este caso no solo es un juicio personal, sino también un examen de la sociedad francesa sobre su permisividad ante las violaciones y el consentimiento, similar a lo que ocurrió en España con el caso de la Manada.

La legislación francesa actualmente define la violación como una penetración sexual obtenida mediante coacción, violencia o sorpresa. Dado que Gisèle fue sedada, sus abogados argumentan que su situación debería considerarse violación, pues, aunque no hubo fuerza física, no hubo consentimiento.

El juicio ha puesto de manifiesto la cultura machista y la falta de empatía en el sistema judicial. La diputada Sandrine Josso, que también fue víctima de un intento de violación, destaca que solo el 1% de los violadores es castigado en Francia.

Gisèle, al rechazar que el juicio se celebrara a puerta cerrada, busca avergonzar a sus verdugos y convertirse en un símbolo en la lucha contra la violencia sexual. Ha pedido que se hagan públicos los vídeos de las violaciones, afirmando que su vida ya está arruinada.

El apoyo de la sociedad ha sido notable, con protestas en las calles en solidaridad con ella. Sin embargo, el juicio ha revelado que su fortaleza tiene límites; ha enfrentado un proceso doloroso de revictimización, con preguntas inapropiadas sobre su vida personal y hábitos de consumo de alcohol, incluso del juez.

Pelicot ha declarado sentirse humillada, pero su valentía ha resonado en la sociedad, abriendo un debate crucial sobre el consentimiento y la sumisión química. La situación pone de relieve que la legislación francesa necesita un cambio significativo.

La falta de conciencia sobre la violación se evidenció cuando algunos acusados afirmaron no sentir que habían cometido una violación, argumentando que su propio marido se la había ofrecido.

El juicio de Gisèle Pelicot se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la violencia sexual, iluminando la necesidad de una reflexión profunda en la sociedad francesa y un cambio en las leyes.

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