El ayuno intermitente, una práctica ancestral con fines espirituales y religiosos, se ha convertido en una de las estrategias dietéticas más populares en los últimos años.
Se basa en períodos controlados de abstinencia alimentaria para reducir la ingesta calórica y los niveles de insulina, con el objetivo de mejorar la salud metabólica y favorecer la pérdida de peso.
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Existen varias modalidades, siendo la más común el ayuno diario de menos de 24 horas. Este puede comenzar con un enfoque 12/12 (12 horas de ayuno y 12 de alimentación), avanzando a patrones más restrictivos como 14/10, 16/8, 18/6 o 20/4.
También se practica el ayuno semanal, que implica ayunar 24 horas un día a la semana o seguir el método 5:2 (dos días con una ingesta máxima de 500 calorías).
A pesar del creciente interés, la evidencia científica es limitada y los estudios existentes tienen limitaciones metodológicas. Sin embargo, los estudios coinciden en que el ayuno intermitente puede ayudar a perder peso y mejorar ciertos parámetros bioquímicos relacionados con la inflamación.
No obstante, su práctica sin control puede causar efectos secundarios como bajas de azúcar y dolores de cabeza, y puede no ser adecuada para personas con trastornos alimentarios.
El ayuno intermitente puede ser efectivo si se sigue bajo la supervisión de un profesional y en el contexto de una dieta equilibrada y un estilo de vida saludable. Aun así, se necesita más investigación para validar estos beneficios y hacer recomendaciones generales.